En este post, y en otros posteriores, trataré
un asunto que viene siendo catalogado algo así como “un gran misterio de la
naturaleza”, y que desde hace siglos, y lo que nos queda, viene siendo motivo
de discusión allá dónde surja cualquier tipo de debate: “Hombres y mujeres
somos totalmente diferentes”.
No me estoy refiriendo al físico, eso es algo
que hasta un ciego puede ver. Basta un simple vistazo a un miembro de cada
género, y también a sus “miembros”, para darse cuenta de que físicamente no
tienen nada que ver el uno con el otro. Por mucho que ambos puedan llegar a
encajar perfectamente y unirse como piezas de un puzle, está claro que su
fisonomía es completamente diferente. Y podemos asegurar, que ese es el motivo,
por el que pueden encajar perfectamente, por lo diferentes que son sus
miembros… y sus “miembros”. Pero estará de acuerdo conmigo en que, realmente,
tener un colgajo más arriba o más abajo, o el tener uno o dos, o tres colgajos,
no es lo que nos hace diferentes a hombres de mujeres. De ser así, ambos
podríamos tener las mismas aficiones, los mismos pensamientos, y lo que es más
importante, tener un comportamiento similar ante una situación determinada.
El comportamiento está controlado por la
mente. Eso que no se ve a simple vista, la manera de pensar, es diferente,
independientemente del número de colgajos y su posición, y nos hace
comportarnos de manera totalmente diferente a unos y otras al afrontar una
misma situación. Por supuesto, está claro que siempre hay casos “especiales” en
ambos géneros, casos que suponen la excepción que confirma la regla, pero yo
hablo siempre con carácter general.
Dígame usted, si el tema no tiene debate y tela
que cortar. Seguramente, una vez que me haya hartado de escribir sobre ello,
estaré peor de lo que estaba y seguiré sin entender nada. Y seguramente usted
también, sea hombre o mujer. Sólo por poner un ejemplo, entre hombres y
mujeres existe una gran diferencia en la manera de afrontar la necesidad de
comprar ropa.
Si un hombre necesita comprarse ropa, ya sabe, incluso antes de
salir de casa, qué establecimiento visitar, y se dirige hacia él con paso firme
y total determinación, sin dejar que otros establecimientos le hagan dudar. Una
vez en dicho establecimiento, un hombre puede comprar la suficiente ropa como
para vestirse de pies a cabeza, incluyendo ropa interior, en apenas veinte
minutos de reloj, y le sobra tiempo para hacer una radiografía y memorizar el cuerpo
de todas las dependientas de la tienda.
Una mujer, sin embargo, sale de compras y lo
único que tiene claro, es a qué calle acudir: aquella que tiene el mayor número
de tiendas. Una vez allí, empieza a mirar escaparate tras escaparate, del
primero al último, y tras estudiárselos todos… vuelve a la primera tienda y
empieza a mirar todo el género. Con suerte se probará un par de prendas, pero
seguramente las volverá a dejar en su sitio… porque no le terminarán de
convencer. Repetirá la misma acción en, al menos, cinco o seis establecimientos
más. Seguramente, visite aquellos cuyos escaparates, tengan expuesta alguna
prenda que nunca se probaría, y ni mucho menos se compraría. Al salir del
último establecimiento, por supuesto aún con las manos vacías, llegará
nuevamente hasta el último escaparate, y se decidirá a volver a entrar en la
primera tienda, aquella en la que sí se probó un par de prendas… para comprar
una de ellas. Después, volverá a la última tienda en la que entró, porque allí
había visto otra prenda que combinaba con la que se acaba de comprar…, pero
esta vez se la prueba para comprobar que, según ella, no le sienta nada bien.
Desesperada, volverá a entrar a todas las tiendas, buscando esa prenda que le
combine con lo que se compró, incluyendo también el resto de tiendas en las que
aún no había entrado. Por arte de magia, en una de ellas encontrará un conjunto
de cuerpo entero que le sienta de maravilla y, además, más económico que lo que
ya se había comprado, por lo cual, decide comprárselo y volver a la primera
tienda a devolver la prenda solitaria para la cual no encontraba acompañante.
Saldrá de la tienda enormemente feliz por la compra realizada. Sin embargo, esa
felicidad durará poco. Exactamente el tiempo que tarda en darse cuenta… de que no
tiene calzado que combine con ese conjunto que acaba de adquirir…
Dígame Usted, si esto no es un claro ejemplo de la diferencia de
comportamiento entre hombres y mujeres. En próximos posts, analizaremos otras diferencias, en otras
tantas situaciones diferentes.